Por: JNFR En el día de ayer una cantidad milenaria de personas se reunió frente al área Sur del Capitolio con el único fin de llevar un mensaje claro y contundente al Estado, y este fue un mensaje de amor. Aunque nos encontrábamos en pie de lucha por unos derechos que nos pertenecen y que el Estado quiere alienar, el motor que logro conmover, indignar y movilizar tantas personas hasta ese lugar lo fue el amor. ¿Amor? Sí, el amor. Primeramente el amor hacia nuestro Dios Todopoderoso. Quien nos regalo la vida y un planeta con un ecosistema perfecto para sostenerla y una biología que nos ha permitido reproducirnos hasta llegar a estos tiempos sin que esta vida se extinguiese. ¿Quienes somos nosotros para irnos en contra de un diseño perfecto e inteligente? Nos mueve el amor a nuestros hijos, a esta generación y a las venideras, entendiendo que estas medidas pueden ser mortales para el desarrollo pleno y saludable de estos. Ellos aún no tienen voz, pero porque los amamos hemos decidido convertirnos en sus manos y pies para defender su inocencia, su dignidad y sus derechos. Nos mueve el amor a nuestra patria. Isla hermosa que nos ha visto nacer, ¿en que la quieren convertir?. Luego de tantos años bajo el poder monárquico Español, hoy nos encontramos ante un sistema democrático, de ley y orden, donde la ley suprema es la Constitución, y hoy la quieren violentar. Buscan sin justificación alguna, atropellar la principal ley que rige el Estado, menospreciando los avances de este pueblo puertorriqueño. Nos mueve el amor al prójimo, quienes no son solo aquellos quienes están en acuerdo con nosotros, sino también los opositores, nuestros vecinos, el gobernador, los senadores, en fin, todo el mundo. Siempre ha habido una gran confusión en lo que conlleva amar a nuestro prójimo, pues cada vez que la Iglesia decide luchar en contra de algo que corrompe nuestros valores nos acusan de fallar en el cumplimiento de este mandamiento. Es necesario resaltar la vida de Jesús, quien en varias ocasiones en la Biblia lo podemos observar teniendo discrepancias con algunos escribas y fariseos, pero Jesús solo buscaba corregirlos de su error, y el motor que lo movía, es el mismo que hoy nos mueve a nosotros, y es el amor. Ahora bien, ayer entre medio de nosotros también se encontraban un pequeño grupo de opositores. Estos, al igual que nosotros, traían pancartas consigo para expresar sus mensajes, pero a diferencia de nosotros, este mensaje era de odio. Odio hacia Dios, hacia la Iglesia, hacia cada uno de los individuos allí reunidos y odio hacia las futuras generaciones. Tristemente el odio produce confusión e irracionalidad, y una prueba de esto es lo que se refleja en sus pancartas. La gran mayoría de ellas traían discursos incoherentes. A diferencia de nosotros, sus “argumentos” no eran uniformes. Había demasiada ambigüedad, y aunque estaban “juntos” no estaban unidos, todo esto es un claro producto del odio. El odio turba el alma y bloquea la razón. Nos vuelve caprichosos de manera que hacemos lo que sea que entendamos oportuno para obtener lo que deseamos, aunque esto este mal y ni siquiera sea necesario. Los opositores fallaron una vez más en mostrar argumentos racionales en contra de nuestra postura. Sus actitudes nos han otorgado la razón y aún mayores fuerzas para continuar la lucha por lo que es correcto. Y lo correcto es amar. La opción de amar no tan solo es la correcta, sino que esta disponible para todos. El amor engendra respeto y este a su vez tolerancia. Pero dentro de todo esto podemos dar gracias a Dios, porque es un hecho que somos MÁS los que amamos, y los que odian, son MINORÍA. Los comentarios están cerrados.
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Marzo 2019
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