Por: JNFR No se alarmen, pero en cierto sentido, las bendiciones tienen algo en común con el pecado. Me explico. Cuando vemos la acción de pecar, aunque el humano haga lo contrario, sabemos que para Dios todos son de igual peso. Nosotros hacemos un juicio valorativo mediante las consecuencias más graves o permanentes del mismo, pero en fin, pecado es pecado, está mal y nos resta bienestar individual y colectivo.
Cuando de las bendiciones se trata, hacemos lo mismo. Miramos la bendiciones y la medimos por su impacto directo a nuestra persona. Esto hace que ignoremos las cosas pequeñas que parecen automáticas y merecidas, pero que en efecto son bienes que Dios nos otorga. El entender que todos los pecados son igual de malignos para mi y mis prójimos restará "excusas" para cometerlos y nos trae conciencia de su consecuencia en cuanto nos aleja de Dios sea cual sea. El aceptar que las bendiciones todas, sin hacer comparecen ni juicio valorativo, son en efecto bien para mí, me ayudará a ser más agradecido y apreciar la gracia que proviene de Dios. Esta combinación que comienza en nuestra conciencia, en la aceptación y se guía por la decisión de mirar a través del foco de Dios, nos ayuda a vivir de manera plena, libre de pecado alguno y de manera optimista y agradecida pues siempre recibimos más de lo que merecemos. Por: JNFR Somos llamados a sembrar. Debemos sembrar en nuestros hijos, en nuestra familia, en la iglesia, en la sociedad, en nosotros mismo, etc. El proceso de la siembra no es fácil, sino una jornada de sacrificios. En muchas ocasiones no sentiremos la motivación necesaria para realizar tan ardua labor. Puede que la espera por ver resultados traiga consigo angustia y desanimo. Pero la exhortación de hoy es simple: sin siembra no hay cosecha, y el no tener cosecha implica muerte. Así que aún bajo dolor, incertidumbre y llanto tenemos que sembrar con la certeza de que el tiempo y la voluntad de Dios harán florecer el fruto para el cual nos hemos esforzado.
Por: JNFR La Psicología Positiva del Dr. Martin Seligman propone un concepto llamado "Learned Helplessness" o en español, Indefensión Aprendida. Esto se refiere a cuando un individuo que ha sufrido repetidos estímulos dolorosos o aversivos, que no pudo escapar o evitar, ante una situación nueva similar no aprende a escaparla o evadirla cuando sería lo más efectivo. El organismo aprendió que es impotente ante la situaciones de adversidad, que ha perdido el control, por lo que renuncia a intentarlo (adquirió indefensión aprendida). De una manera más simple, se refiere al hecho de que a pesar de tener el poder de cambiar la situación conflictiva que le aflige, en cambio se aprende a sentirse impotente debido a resultados pasados. Es como si la persona por la experiencia de fracaso anterior, creyó la mentira de la impotencia absoluta, y se rindió a intentarlo. Este se identifica como un estado cognitiva (del pensamiento) que se convierte en una barrera para lograr superar los retos que son puesto en nuestro camino día a día. Todos en algún momento nos hemos visto en una posición similar. Y el primer paso para salir de esta mentalidad es reconocer la existencia de la misma. Aceptando los fracasos del pasado, nos ayuda a reconocer nuestra posición actual y a buscar estrategias alternas para sobrepasar los obstáculos. No fuimos creados para quedarnos frisados ante la adversidad, sino con la suficiente sabiduría que proviene de nuestro Señor para superar la misma. Recuerden: No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Corintios 10:13 RVR60 Por: JNFR La existencia de Jesucristo es un dato plasmado en la historia de la humanidad. Por eso nuestro tiempo se mide en antes y después de Él. Nuestra vida cobra propósito por medio de su sacrificio en la cruz. Antes éramos huérfanos por decisión y ahora podemos ser hijos por gracia. Su amor, su esencia, nos arropa, nos perdona, nos restaura y salva. Todo gracias a su sacrificio en la cruz. Esta semana no es una más. Decidimos tomar conciencia y reconocer ese evento que marca nuestra historia y la de la humanidad. Dios envía a su hijo para que tome nuestro lugar merecido de dolor y muerte, para ofrecernos la mejor opción de nuestra vida. Reflexina en esto: ya todo fue hecho, ya todo fue entregado, literalmente el destino de tu vida cuelga sobre la decisión más importante, la de reconocer y aceptar a Jesús como el Señor y Salvador del mundo, y de ti. ¿Que te detiene? ¿Que o quien puede alejarte del amor de Dios? ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. m Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:31-39 RVR60 Nada puede separarte del amor de Dios. Nuestra naturaleza lo anhela... nuestra biología se siente incompleta y reconoce la necesidad del Alguien mayor que todo lo creado. Y Jesucristo es el único camino hacia Él. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53: 3-6 RVR60 Por: JNFR Somos seres holísticos. Esto significa que no somos seres segmentados, sino que somos un entero compuesto de muchas partes donde todas son tan importantes como la otra. Así nos diseñó Dios perfectamente. Y cada parte de nosotros es vital: nuestra alma, cuerpo y espíritu. No podemos poner una por encima de la otra, pues la falta de atención a una de estas puede ocasionar desbalance en nuestras vidas, y a su vez alejarnos de estar en esta óptimo.
Así como necesitamos agua y nutrientes para sobrevivir, necesitamos también de paz, alegría, y colección con Dios, entre mucho más. Cada elemento que compone nuestra vida es una pieza para completar todo lo que somos y necesitamos. Dios nos invita a guardas cada una de estas áreas de manera intachable para su venida. Y esta demanda es una alta, pues para poder ser individuos sanos es inminente alcanzar homeóstasis, que es ese esfuerzo perfecto que ejerce nuestro cuerpo de manera natural para mantener un balance entre lo que somos y lo que necesitamos para continuar siendo. Es inminente que reconozcamos nuestra condición humana. En la cual nuestro cuerpo es perecedero, nuestra alma es frágil y nuestro espíritu es nada sin su Creador. Esta mentalidad nos acerca a tomar desiciones acertadas a favor de nuestro bienestar según como Dios lo ha soñado siempre. Toma un momento y reconoce lo anterior, sincroniza tu vida con el diseño perfecto que Dios creó para tu vida desde el principio y vive en plenitud con Él y su creación. |
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